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El muérdago: magia, historia y lectinas

por la Lic. Ana Laura Ortalli

Depto. de Quimica Bioloógica

 

Considerada una planta mágica por los pueblos occidentales antiguos, el muérdago continúa alimentando su mito en nuestros días. En el siglo pasado, los científicos creyeron que habían descifrado el enigma al descubrir que sus propiedades podían atribuirse a las lectinas. Actualmente, nuevas preguntas surgen sobre sus inusuales mecanismos de acción que ponen en duda algunos aspectos de la Biología Celular.

El muérdago europeo o Viscum album, es una planta semiparásita, una epifita que puede vivir también en la tierra. Crece preferentemente sobre ramas y troncos de árboles frutales como el manzano, pero también sobre pinos y, eventualmente, sobre robles. Sus hojas siempre verdes son gruesas y con aspecto de cuero. Es una planta dioica dado que las flores con estambres (estructuras masculinas del androceo) se producen en un individuo y las que llevan carpelos (estructuras femeninas del gineceo), en otro. Por este motivo, sólo los individuos con flores carpeladas darán las características bayas de pulpa blanquecina y pegajosa, de allí su nombre científico, y con una sola semilla. Es probable que las características del fruto alimentaran la idea de asociarlo con el amor y la fertilidad. Aún hoy algunas personas creen que el polen se encuentra en la baya, hecho poco probable dado que la semilla contenida en la baya es el resultado de la polinización y fecundación.

Para los antiguos pueblos europeos, el muérdago era considerado mágico y sagrado. Comúnmente se lo asocia con los druidas, pero no sólo forma parte del folklore celta. La costumbre del beso bajo el muérdago parece haber sido heredada de los griegos, que la practicaban en el ritual de Saturnalia. Con el tiempo pasó a formar parte de primitivos ritos maritales. Para los escandinavos, el muérdago era un símbolo de paz, bajo esta planta se declaraban las treguas entre enemigos y las reconciliaciones entre esposos.

Según los primeros cristianos, el muérdago solía ser un árbol del cual se extrajo la madera para hacer la cruz en la que murió Jesús. Esta planta se encogió debido a la vergüenza y se convirtió en un parásito de otros árboles, tal como la conocemos hoy en día. Por supuesto, no hay ninguna explicación científica que demuestre que un árbol se puede convertir en epífita en tan poco tiempo y menos, que pueda sentir vergüenza. Además, ninguno de los pueblos contemporáneos ha registrado al muérdago como árbol. Pero a través de este mito, el muérdago adquiere un carácter místico aceptable para los cristianos y deja de ser un símbolo pagano.

Paralelamente a la superstición, la ciencia también se ha interesado en el muérdago. En su Historia Natural, Plinio menciona su uso como omnia sanans, capaz de curar todas las enfermedades y promover el embarazo. Hipócrates lo empleaba para tratar la epilepsia, entre otros males. Desde entonces, se le han atribuido al muérdago tantas propiedades curativas como mágicas y muchas de ellas carecen de base científica.

En 1920, Rudolf Steiner propuso el uso del extracto acuoso de muérdago como parte de la terapia contra el cáncer dado su efecto citotóxico. Actualmente, esta terapia está en uso pero continúa bajo estudio y experimentación dado que aún resta entender cómo funciona a nivel celular y molecular. Además se han registrado efectos adversos.

Las propiedades citotóxicas e inmunoestimulantes del extracto acuoso de muérdago son atribuidas a las lectinas. Las lectinas son proteínas diméricas (formadas cada una por una cadena A y una B) capaces de reconocer hidratos de carbono y RNA. La lectina aislada del extracto acuoso de muérdago fue llamada originalmente viscumina. La cadena A, con actividad RNA-glicosidasa, cliva el rRNA que forma parte de la subunidad 60 S del ribosoma e inhibe la síntesis proteica. La cadena B, reconoce hidratos de carbono y es la responsable de la unión a las células y su internalización.

Recientemente se ha descubierto que una variante coreana, la subespecie V. album coloratum posee un tipo de lectina capaz de inhibir la telomerasa, una enzima que alarga los extremos de los cromosomas. También aumenta la síntesis de una proteína en particular, denominada Bax, que contribuye a la apoptosis (muerte celular programada). La lectina del V. album coloratum conservaría además la actividad de inhibir la síntesis proteica. Entonces ¿por qué mecanismo aumenta la síntesis de Bax? Tampoco se sabe cómo es que una molécula tan voluminosa escapa a las vesículas intracelulares que se forman al endocitarla y atraviesa sus membranas lipídicas. Este tránsito del exterior al interior celular sería muy importante dado que los ribosomas, blanco de la inhibición por la cadena A, se encuentran en el citoplasma o en las inmediaciones del retículo plasmático rugoso.

Al parecer, el muérdago se resiste a renunciar a su halo de misterio.

 

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